El cosplay (disfrazarse inspirándose en personajes de juegos de rol, videojuegos, manga o anime), es algo más que una moda, levanta pasiones. Es capaz de tener a nuestros jóvenes y adultos confeccionando disfraces, y luego luciéndolos con orgullo y postura, con gesto decidido y pasándolo en grande con este juego tan vívido.
Romy Germán es madre de una familia cosplayer; ella me cuenta que, cuando llega una feria de manga o cómic, un festival de otakus o fiesta temática, toda la familia prepara sus disfraces, para lucir cada uno el suyo, y por un día le dan vida a sus personajes, defendiendo el disfraz y, en definitiva, haciendo teatro en familia.
Japonesca estuvo retratando el ambiente de uno de estas concentraciones de otakus, entre los que se contaban numerosos cosplayers. Aquí un fragmento.
Aquí donde los véis, estos disfraces han sido confeccionados a mano por sus participantes, convirtiéndose así en una actividad «trasmedia»: de la fuente (sea manga, anime, comic, videojuego o juego de rol), pasa a cobrar vida, en un trabajo en equipo que culmina el día de su «dramatización» conforme al disfraz. Esto del cosplay, más que un juego, es una aventura.
